Síntesis de 21 dolores
Con la suerte que posee sólo un alma verde con retazos amarillos, busco entre mareas de humo negro y vientos de nieve fina una manera grata de volver a tener los colores azules y rojos de la vida que se desarrolla en el instante que apoyo la cabeza en la almohada.
Rebeldes secuencias lógicas y absurdas vuelan de un lado a otro en mi cabeza que siente que tiene tres ojos a punto de escapar de ella. Un centenar de ideas finas empañan el espejo que me recuerda que soy yo, que todavía soy yo, que siempre seré yo.
Las delgadas caricias no tapan la gruesa tristeza que se apodera de cinco de mis sentidos y los transforma en herramientas tan poco útiles como una carta bajo la lluvia y el barro. El sexto trabaja como puede y mientras se le permita.
Resuelvo, actúo, camino y me siento. Mejor me acuesto, si el desvelo no es eterno (o no suele serlo al menos). Cambiaría el color de mi habitación (estas murallas verde agua me hacen ver más pálida), compraría sábanas color rosado pálido y sé que así el mundo sería mejor. Mucho mejor.
Buscaría en el fondo de mis dolores las respuestas que necesita mi círculo tras bambalinas y sé que estarían ahí, justo debajo del dolor más antiguo y más rebelde, esperando que algún día tuviera la idea fenomenal de destaparlo, cuando casi se dormía al verse abandonado.
Llenaría frascos enteros de perfume de claveles. Nunca se sabe cuando va a morir al fin alguno de los dolores. Preparía con esmero único el funeral del que quiera abandonarme primero, le haría un discurso y a su tumba arrojaría una rosa más roja que la sangre.
Ése sería el fin.
(Escrito en Octubre, 2006)
Rebeldes secuencias lógicas y absurdas vuelan de un lado a otro en mi cabeza que siente que tiene tres ojos a punto de escapar de ella. Un centenar de ideas finas empañan el espejo que me recuerda que soy yo, que todavía soy yo, que siempre seré yo.
Las delgadas caricias no tapan la gruesa tristeza que se apodera de cinco de mis sentidos y los transforma en herramientas tan poco útiles como una carta bajo la lluvia y el barro. El sexto trabaja como puede y mientras se le permita.
Resuelvo, actúo, camino y me siento. Mejor me acuesto, si el desvelo no es eterno (o no suele serlo al menos). Cambiaría el color de mi habitación (estas murallas verde agua me hacen ver más pálida), compraría sábanas color rosado pálido y sé que así el mundo sería mejor. Mucho mejor.
Buscaría en el fondo de mis dolores las respuestas que necesita mi círculo tras bambalinas y sé que estarían ahí, justo debajo del dolor más antiguo y más rebelde, esperando que algún día tuviera la idea fenomenal de destaparlo, cuando casi se dormía al verse abandonado.
Llenaría frascos enteros de perfume de claveles. Nunca se sabe cuando va a morir al fin alguno de los dolores. Preparía con esmero único el funeral del que quiera abandonarme primero, le haría un discurso y a su tumba arrojaría una rosa más roja que la sangre.
Ése sería el fin.
(Escrito en Octubre, 2006)
Comentarios
Besitos.
TTT.
Ya ha pasado 7 meses desde que lo escribiste....ya asististe a uno de los funerales?
Cariños
saludos!!!!!
Te dejo un graaan abrazo!!